NNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, QUIERO SALIIIIIIIRRRRR.
Escribí esto en un día lluvioso y asqueroso en el que la melancolía se había apoderado de mí completa y absolutamente. Quiero volver al cole a levantar la falda a mis compañeras, coger la jarra de agua y tirársela en su comida, abrir la tapa del bote de sal para joder a quien se la sirva después y escupir en el vaso del jeffrey de delante. Quiero volver a esos ataques de risa incontrolables cuando me echaban la bronca por haberle escondido la ropa de gimnasia al tontolaba de cuarto de primaria, mientras le hacia la zancadilla al looser de quinto y le robaba la pelota de goma a los niñatos de year 7 en plena pubertad.
Pasada una semana de mi cumple (ejem , ejem) y a dos meses escasos de terminar la universidad me doy cuenta de que dentro de nada seré parte del bando del 75 % de jóvenes desempleados o del 25 % de jóvenes empleados, amargados y con ganas de tirarse por una de las ventanas de las torres gemelas en pleno 11- S.
No paro de acordarme de la época del cole donde mis preocupaciones eran casi inexistentes y dónde mi máximo problema era seleccionar en qué lado del carabolo me marcaba la raya del pelo, si merendaba un Donuts o bollicao o si falsificaba las notas del primer, segundo o tercer cuatrimestre. Esas mínimas preocupaciones que hacían que fuera tan plenamente feliz, llena de granos, con una mezcla de tetas y bolas de grasa y con unas feromónas que hacían que, de la noche a la mañana, fuera una mujer de pies a cabeza. Bueno en mi caso más que mujer…mujerona. Una mujerona de 75 kilos, con voz de hombre, cara apaellada, dientes separados, hierros forjados con metal de Irlanda (por ejemplo) entre los que se estancaban parte de las 15 toneladas de comida que me tomaba al día.
Pensaréis que este drama que inunda mi vida se debe a esa visita mensual que tantas rupturas causa… pero NO. Todo se debe a algo que me pasó el otro día que me tiene loca. Os pongo en contexto para que entendáis esta historia de hoy lunes soleado día de piscina. Yo soy comercial ¿vale? (para los de la L.O.G.S.E: soy la persona chapas que llama para engatusarte y venderte un elefante africano con la forma del chiguagua de Paris Hilton) y hago una media de 100 llamadas junto con sus correspondientes mails diarios. ¡Eh! Pero no os creáis que soy una mindundi, que tengo un discurso preparado en función de la persona con la que hablo y un mail tipo en función de cómo hayan contestado. A ver, si me mandan a la puta mierda no les contesto un mail cagándome en todos sus muertos y descendientes (que también), simplemente les hago budú para que le hablen así a su putis madris. Por cierto, en junio tengo una fiesta de disfraces y creo que me voy a disfrazar de tarzán… ¿Qué os parece?
Bueno, que me se va la cabeza… el caso es que llamo a una marca, llamemosla «X», para contarle el rollo supremo de siempre (que domino a la perfección y por el cual me deberían dar el premio a la mujer más chapas del planeta) cuando de repente me doy cuenta de que la persona con la que estoy hablando es la hermana de un amigo mio. Decido que mando todo a tomar por saco y me pongo a hablar con ella de chorradas durante media hora en la que se habla de todo menos de trabajo. Es aquí cuando me doy cuenta de que me estoy haciendo mayor… porque ¿quién coño llama a una empresa y acaba hablando con alguien conocido? ¿Acaso ya estamos todos trabajando? ¿acaso soy vieja y no lo sé? ¿acaso ya no puedo salir entre semana porque tengo que trabajar al día siguiente? Ay por dios. Que me sus lleven ar cielo.
Joe que triste estoy… después de esta llamada sé que la época del cole no volverá y que por ello tengo que ser fuerte y empezar a comportarme como una adulta. Tendré que dejar de quitarle la silla a mis compañeros cuando van a sentarse, de tirarme eructos o pedos y descojonarme posteriormente como si tuviera cinco años o de tirar del pelo a una compi, salir corriendo y culpar a otra persona mientras me río viendo como le echan la bronca. También tengo que parar de ponerme la música como si estuviera en la rave de comillas, de bailar mientras preparo la comida en la kitchen del trabajo como Hugh Grant en Love Actually y ante todo debo parar de decir cosas como «cruci», «me voy a chivar», «te vas a enterar», «nunca jamás en mi vida», «que te lo digo de verdad» y «ya no quiero jugar contigo». Ay Anita… aunque no quieras, cada vez te queda menos para morir. MARAVILLOSO.
Y hasta aquí el post del día. Paz nenes.