PARTE II
Me entero de que me van a operar.
No suficientemente asustada con el tema de Segismunda y su contacto vía Whatsapp comienzo a tener un dolor intenso y horrible en la boca. Veeeeenga, tooma doloor de mueeeeelas. AAAAAAi dioh mio que doló, no sabéis lo que siento… NADIE ME FUCKING COMPRENDE. Lo primero que se me pasa por la cabeza es «¿Acaso voy a morir? ¿Ya? Jopeeee, ¡Si ni he plantado un árbol que no sea un pino!». Este dolor puñetero, cabroncete, incesante, hijo de Satán que hace que me tenga que despertar en medio de la noche (EN MEDIO DE LA NOCHE POR DIOS) a… (Música de peli de miedo): drogarme.
Que para un fumeta, cocainomano y/o cualquier tipo de adicto a las drogas esto sería «El planaco» pero yo, que duermo como un lirón (con la babilla colgando y todo) pues, entre tu y yo, como que no me like. El caso es que coge el dolor y me levanta, así sin avisar, y no contento con ello va y me amenaza cual vaquero del oeste: «o te drogas o empeoro nena». Maravilloso: el dolor no solo me despierta sino que encima me droga. Este dolor es digno de mí.
Pasan los días y el dolor se vuelve continúo y cada vez más intenso. No puedo comer, no puedo dormir, no puedo ni articular palabra… con lo que me gusta hablar a mí de política internacional. Decido muy valientemente ir al dentista y como buena valiente me llevé, para variar, un disgusto. Llego al dentista con los dientes bien lavados, no como esa gente guarra y cerda que decide ir habiendo comido un bocadillo de lomo y paella (por ejemplo) a dos minutos de subir a la visita rutinaria. Que lo sé yo, que a mí no me engañáis, que sois de esos cien por cien.
El caso es que entro en la consulta y, a parte de mi vida, le cuento mi pequeño gran problema. Como no, las noticias no son buenas y aparte de suministrarme más drogas para desinfectar lo infectado y desinflamar lo inflamado me avisan de que «vamos a tener que intervenir». ¿CÓMO QUE INTERVENIR? ¡Pero si tengo muchas fiestas en lo que me queda de mes! ¡No puedes intervenirme ahora!…. ¡NO SÉ SALIR SIN BEBEEER!
No lo hice, me controlé. Pero en mi mente estaba imaginándome perfectamente pataleando en la silla esa que parece del futuro, moviendo la cabeza de un lado al otro, gritando: «que no, que no, que no, que no, que no». Pero me controlé, porque ya soy mayor. El caso es que por supuestísimo y al contrario que la gente normal, tengo algunas «complicaciones». No sólo tengo un nervio inflamado e infectado sino que tengo, además, una enfermedad genética que no pienso nombrar (porque entonces no me casan ni pagando) con la cual se me caen los dientes. Esta enfermad, en aquellos que la padecen, suele comenzar a desarrollarse a partir de los 50 años pero, de nuevo, este no es mi caso y ha empezado tal que YA. Maravilloso. Ciega, loca y sin dientes. DE PUTA MADRE.
Pero no hombre no, no os penséis que esto acaba aquí ¡que esto empeora! En realidad las droguillas que me tomo para desinfectar y desinflamar me sirven para poder intervenir y matar a mi nervio-cabrón. Cuando leáis la palabra cabrón en mi blog, por favor, hacerlo con acento mexicano. Le da un toque internacional y le aleja del gordo cabrón de Austin Powers que todos conocemos. Mi nervio no es como el gordo cabrón, gracias. El caso es que hay nervios que por mucho que les drogues son los putos amos de los nervios y que ni los ibuprofenos ni la Amoxicilna pueden con ellos. ESPARTAAAANOS, grita mi nervio cabrón al resto. Por ello, por mucha droga que me meta seguramente mi nervio sea un nervio-cabrón wei, y me tengan que operar de urgencia.
Luego las suposiciones mías directamente no quiero ni mencionarlas pero FIJO que me da alergia algún medicamento, que no me anestesian del todo, que no se me cierran los puntos, que me trago mi propia muela, que en plena operación las encías no tienen fuerza y se me caen todos los dientes de golpe… en fin, lo típico de Briten.
Así que no sólo tengo un nervio infectado e inflamado, sino que tengo una enfermedad genética que hará que de aquí a diez años se me caigan todos los dientes (al menos sé que mis paletas no, porque ya son de mentira aunque no lo parezcan), no voy a ir a las fiestas que tenía, acabaré siendo drogadicta gracias a mi dentista, no beberé hasta Julio, no comeré más que gazpacho que lo ODIO y me sienta fatal (al contrario que al resto de la humanidad, por supuesto, que le sienta maravillosamente y le encanta) y acabaré hablando como las abuelas sin dientes ni escrúpulos.
Y hasta aquí la segunda parte de Un lunes cualquiera. Paz nenes.
P.D: Como bien predije tenía a un nervio cabrón y me acaban de intervenir de urgencia (¿cómo suena eh? pura complicazzione dentale). Es una maravilla escucharme hablar y apreciar como, mientras lo hago, se me cae la baba debido a la anestesia. Desde aquí doy gracias a dios a mi dentista quien de nuevo me ha vuelto a salvar la vida.